miércoles, 26 de octubre de 2011

Tenida fúnebre

"Diez sefirot de la Nada.
Su fin está contenido en su principio
y su principio en su fin,
como la brasa está unida al carbón.
Porque el Creador es uno
y no tiene segundo...
Antes del uno ¿qué vas tú a contar?"
(Sefer Yetsira)

"Cuando el cielo sea hendido,
cuando los astros sean dispersados,
cuando los mares desborden sus límtes
y cuando las tumbas sean vueltas del revés,
cada ser humano sabrá lo que ha enviado por delante
y lo que omitió"
(Qurân 82,1)

"Χριστὸς ἐν ὑμῖν ἡ ἐλπὶς τῆς δόξης"
(Colonenses 1, 27)


El hombre ni quiere morir ni quiere nacer. Quiere quedarse como está. Es un ser conservador. Y ese es el origen de su infelicidad y de su desgracia. A lo largo de la tormentosa historia de nuestra especie (que yo no llamaría propiamente humanidad) sólo unos pocos especímenes se han atrevido a tomarse en serio la triple cuestión de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, decidiendo tomar cartas en el asunto y (estableciendo claramente sus prioridades) poniendo la vida ello. Estos (ahora sí) hombres y mujeres íntegrales se han atrevido a mirar a la muerte como maestra para vencerla y encontrar (con mayúscula) la Vida, dejando su huella (aunque no siempre –de hecho, casi nunca- testimonio escrito) para todos aquellos que llamados por semejante ímpetu, decidieran un buen día también clarificar sus prioridades y seguir sus pasos. Y el resto, pues eso, el resto a vivir (con minúscula) que son cuatro días y eso de "polvus etis et polvus reverterius", y no –como se bromea erroneamente- santas pascuas: la Pascua Santa para quién la trabaja-merece, que ese y no otro es el sentido del término árabe yihad.

Emplear la vida para vencer a la muerte y lograr Vivir. La lista de afortunados que han aprobado esta dura oposición es ámplia y encontramos un gran número de buenos ejemplos de hombres y mujeres que lograron la hazaña prodigiosa en prácticamente todas las formas tradicionales que pueblan nuestro espacio cultural y espiritual. De hecho, dichas formas tradicionales tienen su origen normalmente en una suerte de trasposición trapacera, distorsionada y casi nunca bien intencionada de su ejemplo. Por suerte -y de un modo un tanto misterioso- la técnica para alcanzar tal objetivo sigue intacta, esto es, a salvo de trapaceros malintencionados, que son los que ahora abundan por doquier y de un modo extraordinario, sacándole todo el juguillo que puedan a los supuestamente “vivos” hasta que la muerte lo permita, e incluso (por sorprendente que les parezca a algunos) hasta después. Insaciable es la gente desalmada.

Hace aproximadamente un año que dí comienzo a estas pretenciosas reflexiones de una manera un tanto brusca e incluso un poco precipitada, pues pensaba que mi hora estaba ya próxima y no me iba a dar tiempo a dejar ninguna constancia de mi experiencia. Gracias a Dios y a mi equipo de cirujanos, he podido cerrar el ciclo y completar mi obra. Entre imagenes y palabras, todo está ahí. Mientras Internet siga en pie, al alcance de quien domine el castellano y tenga Internet a su alcance. Cuando Internet “lo cierren”, en manos de aquellos avispados que conserven estos trabajos y los lean y re-lean sin pre-juicios. Yo ya he cumplido. Me retiro a mis aposentos a descansar. Ahí queda el testimonio para todo aquel que lo quiera (o sepa) aprovechar. Creedme, ha sido un verdadero placer. Mi gratitud a los inconstantes, a los traidores y los que supieron permanecer fieles hasta el final. Felíz encuentro con todos los Santos. Y bueno. Hasta siempre, si Dios quiere, claro. Sobran las palabras. Las mías, no las de Rumi:

"Oh día, despierta!
Los átomos bailan.
Todo el universo baila gracias a ellos.
Las almas bailan poseídas por el éxtasis.
Te susurraré al oído
adonde les arrastra esta danza.
Todos los átomos en el aire y en el desierto,
parecen poseidos.
Cada átomo, feliz o triste,
está encantado por el sol.
No hay nada más que decir.
Nada más".




lunes, 24 de octubre de 2011

El encinar de Mamre

"El sentido de las corrientes o fuerza electromotriz es tal
que se opone siempre a la causa que la produce,
o sea, a la variación del flujo"
(Heinrich Friedich Emil Lenz, 1833)

"Yo dormía, pero mi Corazón velaba."
(HaShir HaShirim 5, 2)

"...Y, en su momento, habreís de retornar todos a vuestro Sustentador:
y entonces Él os hará entender realmente todo aquello en lo que solíais diferir."
(Qurân 6, 164. El Ganado)



También en mi vida, como en la de cualquier otro ser humano, hay sombras porque hay luces: Solve et coagula. En el entorno de la Medina de la Alhambra, próxima a la Medina de Granada, se encuentra la Huerta del Arquitecto (Yannat al-Arif), los jardines del "Conocimiento" cuya arquitectura sutil de plantas, flores y agua fue construida y levantada justamente para poder meditar en serio sobre el Conocimiento, para llegar a alcanzar los  más elevados estados del Alma humana contemplando la Belleza. En ellos se encuentra uno de mis rincones favoritos. Cuando atravesando un umbral custodiado por leones se asciende la "Escalera del Agua" para llegar a los Altos Palacios, sube como fuego bajo una bóbeda natural de laureles lo que más tarde habrá de descender necesariamente en disolución. Una vez más: Solve et coagula.
 
Parece que –de alguna manera- el Eterno exalta la necesidad de hacerse con el Conocimiento mediante una vida que nos es entregada como privilegiado proceso de búsqueda y aprendizaje. Basta con levantar la mirada al cielo para admirarse con la extraordinaria variedad y riqueza de reclamos que nos salen al paso, en los ritmos y cambios constantes que ofrece la naturaleza, en el orden implícito que gobierna a las especies de los distintos reinos (incluido el humano), los misterios del Alma y su secreta estructura, los ocultos accesos que dan acceso al ámbito Superior desde el ámbito interior… las huellas sutiles y preciosos vestigios que dejaron a modo de guía cuantos nos precedieron en el Camino, Camino que sólo se conoce por experiencia directa, recorriéndolo paso a paso y no –como piensan muchos- hablando. Cuando se mira bien, y no desde la desatención y distracción más irredentas, todo –incluso nuestra propia mirada- nos habla de Él. Lo demás: soberbia o –lo que no es sino otra variedad de lo mismo- ignorancia.

Como cualquier texto sagrado, el libro de nuestra existencia requiere de su correspondiente exégesis, de su adecuada hermenéutica, para poder ser comprendido y asumido como Dharma propio. Llegar a entender la lengua única de los acontecimientos exige de quien ose atreverse a ello una preparación especial; el poder llegar a dominar el complejo vocabulario de la Realidad y sus apariencias, conseguir aproximarse a los posibles significados de sus variopintas e imermanentes formas, requiere de una sofisticada técnica no al alcance de cualquiera, se trata de un verdadero Arte. Negro sobre blanco, aquí cuenta cada letra, cada signo de puntuación, donde cada pausa, cada rasgo caligráfico, cada énfasis teje y desteje el sentido (o sinsentido) de toda una vida, de todo un encadenamiento de muertes y vidas.


Cada creador es dueño y señor de toda su creación, y es a través de su poder creador como a cada instante la destruye y recrea. Creaturas creadas para crear, al fin y al cabo, es así como creamos y recreamos costantemente la historia de nuestra vida. Guiada por el pulso efímero de nuestras emociones y demonios, nos debatimos entre los errores del pasado y los miedos futuros, sin saber muy bien quién o qué somos, surcando mares previstos, adentrándonos de cuando en cuando por sendas inesperadas, y a veces (tantas) huyendo, siempre en busca de nosotros mismos. Hasta ese día en que el destino nos fuerza al reencuentro con el instante presente y crucial, allí donde a cada momento decidimos entre la encrucijada de ser (y regresar) o no ser y permanecer (un tanto más, un rato más, quizá otro año, otra existencia…) en el confortable extravío, allí donde al menos las máscaras son visibles y no nos resultan totalmente irreconocibles, diríase que hasta ciertamente familiares, donde la vida transcurre aparentemente sosegada entre esto y aquello, mecidos en la calma de la vorágine predecible y cotidiana… hasta que llega y nos asalta a traición ese temido reencuentro del que no sabremos a ciencia cierta hasta cuándo seremos capaces otra vez (la definitiva) de zafarnos.


Ya nadie sacia su sed nocturna bebiendo del Alf Layla wa-Layla. Los nómadas dejaron de contar cuentos cuando se mudaron al la ciudad. Con tanto blog, tanto facebook y tanto twiter ya nadie tiene tiempo para nada ¿Qué será entonces de los hakawati, de los hlykia, de los fellah menghu? ¿Dónde irá a parar toda su valiosa enseñanza? ¿Qué será del poderoso rocío? ¿Qué será del canto de aquellos que anhelan liberar su pena?

Continuamente regresamos a nuestro afán egoico de control como quien levanta un castillo de naipes. Pero tarde o temprano, es necesario e inevitable un nuevo encuentro con la Verdad que nos ocasionará a un tiempo un dolor inexorable así como un incontenible anhelo de vida. No hay otra manera. Tiene que ser así.

Ya no quedan jóvenes aprendices que se atrevan a aprender el arte tradicional de conducir la orquesta mediante la virtud del gesto y, tras agarrar la batuta mágica y adoptar el orden inicial, batir la anacrusa y re-crear el mundo y sus pulsos esenciales a través de la plomada, el triángulo o la cruz. Sólo nos cabe sentarnos al rescoldo del fuego en este otoño cansado y recordar el dulzor de los días agrestes.

El mensajero, grato. La noticia, buena. Retorna el corazón al que retorna la alegría. El nafs-i-ammara captor ha sido al fin cautivo esta vez y desarmado. No perdamos nunca esta alegría que nace de la bieaventuranza. La libertad recién estrenada nos descubre mucho más ligeros, y nos dejá solazarnos en el gozo y la sorpresa de esta nueva mirada que ve con cariño las debilidades y miserias humanas y sabe reirse de ellas, especialmente de las propias, lejos de sarcasmo. Saberse tan pequeño, esa es su grandeza. Eco sonríe con ternura, y su sonrisa nos trae de regreso y nos rescata. Al fin jugamos en serio. Y es tan divertido. Tan fácil, tan cerca. Y yo que me sentía tan importante.

Concluyamos esta penúltima reflexión haciendo nuestra la oración de Tomás Moro, ya que no tiene desperdicio:
«Señor, dame una buena digestión y -naturalmente- algo para digerir.
Dame la salud del cuerpo y el buen humor necesario para mantenerla.
Dame un alma sana que tenga siempre ante los ojos lo que es bueno y puro,
de manera que frente al pecado no me escandalice
sino que sepa encontrar la forma de ponerle remedio.
Dame un corazón que no conozca el aburrimiento, las quejas, los suspiros y los lamentos.
No permitas que me tome demasiado en serio,
ni que me invada mi propio ego.
Dame el sentido del humor,
dame el don de saber reírme,
a fin de que sepa traer un poco de alegría a la vida
haciendo partícipe a los otros.
Amén
».

sábado, 15 de octubre de 2011

El hombre de las ciudades

"Todo reino dividido contra sí mismo, queda asolado.
Toda ciudad dividida contra sí misma ha llegado a su fin: no podrá subsistir.
Para saquear una casa es necesario antes atar (o distraer) a su propietario."
(Mateo 12, 25-29; Marcos 3, 24-27 y Lucas 11, 17-22)

"Fac et excusa. Si fecisti, nega. Divide et impera"
(Inmanuel Kant, Zum ewigen Frieden. 1795)

"En toda organización la gente tiene tendencia a formar subgrupos de interés mutuo.
Si estos subgrupos no se controlan debidamente,
pueden acabar amenazando la supervivencia de la organización.
La solución a esta amenaza consiste en crear un sistema en el que los miembros
tengan más que ganar complaciendo al dirigente que formando grupos de poder.
La estrategia dede incluir un mecanismo de rotación de venerables.
Aunque sea lógico pensar que lo práctico es mantener a la cabeza un favorito leal,
lo cierto es que es mucho mejor hacer rotar a las estrellas,
haciendo que cada poco tiempo caiga una y justificando este sistema
como una forma saludable de democracia interna que renueva la sabia y fortalece al árbol.
Sobre todo hay que impedir mediante el secreto
que las bases tengan acceso a toda la información
y que necesiten acudir a su superior jerárquico para obtener aquella que necesiten.
La cabeza de la logia debe ocupar el centro y todo debe fluir hacia él.
No se trata de gestionar todos los detalles.
Se trata más bien de aislar a las bases y, si fuera necesario, llegar incluso a enfrentarlas,
para que en modo alguno establezcan entre sí alianzas que amenacen nuestro control...
Ya lo dijo Julio César: divide y vencerás"
(Albert Pike, The Point within the Circle)


Vivimos una época en la que todo el mundo se esfuerza por demostrar más ingenio que su vecino, por lo que no está de más recordar una de las trolas más eficaces que Sima Qian convirtió en "historia verdadera" y como tal ha perdurado hasta nuestros días: la invención de Sun Tzú.

Tan eficaz fue la trola que no tuvo inconveniente en presumir -haciendo uso magistral del engaño- del engaño como meta-artificio estratégico que ha configurado la "historia" aún vigente de la humanidad:  "La guerra es el arte de engañar. Así, si eres capaz, finge incapacidad; si estás preparado para el combate, finge no estarlo; si te encuentras cerca, finge estar lejos; si te encuentras lejos, finge estar cerca..."


La verdad es que la mentira es un recurso excepcional para decir la verdad. Me atrevería a decir que quizá sea el mejor de todos ellos. Los que han diseñado e mundo tal y como lo conocemos, han seguido a rajatabla estos falsos principios que ellos han tenido por verdaderos, sin darse cuenta (o demasiado tarde quizá para maniobrar hacia atrás) de que ellos mismos eran hábilmente diseñados: El engañador engañado. Mejor dicho, el cuasi-engañador. El único que puede engañar es aquel que conoce realmente la Verdad. De los pocos que se encuentran en esa privilegiada posición sólo hay uno dispuesto (autorizado) a recurrir al engaño y a propiciar el engaño estratégico y sistemático: el Demiurgo, el príncipe del mundo: verdaderamente un mundo como éste se sostiene por el Secreto.



Por ello queremos reivindicar el símbolo y la meditación contemplativa sobre él como vía de acercamiento alternativo a la Verdad. El símbolo toca nuestra más íntima sensibilidad y la despierta. Su belleza nos conmueve porque es intencionalmente inacabada, nos interpela y desafía a completar (cumplir) su sentido, al tiempo que nos hace saber que en modo alguno es arbitraria. Nos reúne. El torno a él somos nuevamente reunidos, sin que quepa posibilidad de artificio, adulteración o desengaño.

El símbolo es eterno, por eso es efímero. Su intemporalidad caduca y se esfuma con la fragilidad con que nuestra precaria atención se retira y vuelve nuevamente sobre él. Sólo admite como llave verdadera el instante que le descifra a cada instante, que le reconoce como mensajero lúcido y pleno. Por ello el Demiurgo requiere el concurso del engaño, necesita para ser eficaz de nuestra distracción.

El símbolo poseé el poder conmovedor de la impermanencia y fugacidad que apreciamos en la intensidad consciente que dejan a su paso las imágenes, sonidos y palabras hermosas que nos depositan brutal y plácidamente en el momento presente, el único en el que podemos estar en verdadera alerta, permanecer auténticamente  centrados y atentos, como secuestrados por esa belleza que sin admitir la posibilidad del más mínimo descuido, se resiste con habilidad a ser apresada, y así nos apresa y pacifica el alma.


La batalla se aproxima. Como siempre, transcurre el interior, en el corazón de cada ser humano. Sólo aquellos que dominen el Arte de la Meditación (que no de la Guerra) contarán con la Virtud necesaria. El clima abarcará la alternancia de oscuridad y claridad, del calor y del frío, y la rotación de las estaciones del Alma. La topografía, el mundo intermedio. No distraerse del mando interior. Disciplina férrea en el actuar sin actuar. Sabes de que hablo. Adelante, sin miedo, que como dijo Cesar al cruzar el Rubicón, (aunque de poco le sirvió la frase cuando acudió "distraído" al Senado en los Idus de Marzo): "Alea jacta est". Que te sirva de lección su ejemplo. Permanece centrado y -por más que intenten captar tu atención los "serviles e inconscientes agentes del Demiurgo"- ¡no te distraigas!.





martes, 11 de octubre de 2011

El traje operativo del Supuesto Iniciado

"Entretener: acción de distraer a alguien
para impedirle llegar a hacer algo."
(Real Academia Española de la Lengua)

"Atrofiar: acción de privar a un organismo o célula
de su alimento fundamental
para inhabilitarle de cumplir adecuadamente
aquella función potencial a la que estaba destinado."
(Real Academia Española de la Lengua)

"Después halló Jesús a aquel hombre paralítico
que había aguardado durante 38 años el descenso del angel
sobre las aguas del estanque de Betesda
y su batir de alas junto sus cinco pórticos,
pero esta vez ya dentro del Templo, y le dijo:
Mira, ahora al fin ves por tí mismo que has sido sanado;
no peques más, para que no te venga alguna cosa peor."
(Juan 5, 14)


Cuando uno tiene la suerte de visitar el museo municipal de Saint-Germain-en-Laye, puede apreciar en vivo y en directo una de las obras que mejor describen la historia del género humano y que, pese a su elaboración a principios del siglo XVI, aún conserva intacta su vigencia temática.

En ella se aprecia como la religión institucionalizada, en este caso representada por el dominico ratero que alza sus ojos al cielo aunque sus manos muestran el corazón de sus verdaderas intenciones, extrae su fuerza vital al iniciado (inclinado y tocado con gorro frigio), habilmente distraido por las sociedades secretas (lechuza en la cesta). Un perfecto entramado de distracción que sucede a este lado del muro.



La dama exotérica creé no distraerse, confudiendo su total extravío de sentimentalismo con una honesta mirada al cielo, forma sutil pero real de distracción. Y los demás se distraen con el espectáculo de la distracción. Solamente dos curiosos personajes -ambos situados en la próximidad al muro- parecen no distraerse, reclamando para sí nuestra atenta mirada: el hombre de negro que destaca tras el autorretrato del pintor -incluso por encima del pretencioso copete del trilero- y el aparentemente bonachón hombrecillo verde, que parece (finge) proteger al único verdaderamente NO distraido de la composición (cuando en realidad le señala y traiciona), y cuyo gesto meditativo lo sitúa del otro lado de la escena: en el Templo recóndito, aquel que, sin duda, conocía de primera mano el boscoso pintor. Esa es la pieza a batir.



Desde el origen de los tiempos (del mismo Tiempo) la historia de la humanidad parece ser una historia macabra fruto tenaz de una tentadora distracción.


Una distracción de la que, siempre que nos demos cuenta (tal es el pacto), podemos recuperarnos, retornando a lo que es verdaderamente esencial, volviendonos hacia el interior, regresando al silencio primordial , al no lugar, allí donde lo Real se oculta y aparece Eterno, para que lo reconozcamos.
Los distractores profesionales no han descuidado la oportunidad de pervertir y contaminar este esfuerzo por disolver la cotidiana distracción que nos aleja de lo Real. En nuestros agitados días, la "meditación" se ha convertido en una práctica que se aleja de la Tradición, convertida y encarcelada en el campo semántico de la "autoayuda".



Por doquier se insiste al buscador en que renuncie a la posibilidad de toparse con algo sagrado trascendente, so pena de caer en la manipulación "religiosa", instándole a esforzarse -eso sí- por encontrar en su interior una "forma inmanente de lo sagrado que le resulte más gustosa y diseñada a su egoica medida: nirvana, éxtasis, conciencia cósmica, liberación...
Sabia maniobra satánica de pervertir la puerta de la meditación trastocándola en distracción, para que así el buscador se aburra y busque "nuevas distracciones" dentro y fuera de sí, pero ¡alejadas de la puerta! Nos vemos, como le ocurría al paralítico del estanque de Betsaida, esperando en vano el batir de alas del ángel para sanarnos: sin resultado.


Extra Vera Eclessia nulla Salus est. Desesperados, contemplamos indignados como el Eterno desdeña una vez tras otra el esfuerzo de nuestra ofrenda sincera mientras otros presumen de ser elegidos o iniciados. Un Dios así de injusto exige nuestro total excepticismo o, mejor aún, nuestra justa rebelión y venganza.

Parece que esto de distraerse no es nuevo. Aunque los antiguos no tenían los supremos medios tecnológicos que tenemos ahora, a ellos no les acuciaba el cambio climático, los extraterrestres, el fin del mundo o -peor aún- el temor a padecer los sinsabores de estar inmersos en una crisis eterna. Distracción, distracción, distracción. Entretenimiento. Atrofia...
No lo consientas. Todos los dias. A penas veinte minutos. Medita. No te distraigas. Ese es el pacto. Ese es el pacto...

lunes, 26 de septiembre de 2011

Silentium est Aurum

"Abre tu boca
y la llenaré con mi Palabra."
(Salmo 81, 11c)

"¡Alma sosegada!
¡Vuelve a tu Señor, contenta en Su contento!
¡Y entra con los que me sirven en Mi Jardín!"
(Qurân 89, 27-30)

"Reza, espera y no te preocupes.
La preocupación es inútil.
Dios es misericordioso y escuchará tu oración..."
(Pío de Pietralcina)




Parece que la hora undécima toca a su fin: Ares agita eficaz la conciencia. Buen momento para recordar el modo de poner en práctica la herramienta que aprendimos en nuestra infancia, para rescatar el inmenso poder de la oración.



domingo, 21 de agosto de 2011

El trono de Balquis

"Marcharemos contra ellos
con fuerzas a las que no podrán poner resistencia.
Terminarán sus días en el exilio,
empequeñecidos y humillados"
(Qurân 27, 36. Las hormigas)


"Bienaventurados los tuyos,
dichosos aquellos siervos que estando a tu lado
remansan su corazón con tanta sabiduría."
(1 Reyes 10, 8)


"Huye, amado mío,
cual gacela o tierno cervatillo,
por los montes de las balsameras!"
(Ha Shir Ha Shirim 8, 14)





La abundancia que rezuma durante la unión amorosa tiene su asiento en el más puro desapego. En la entrega mutua a la que se abandonan los amantes, lo distinto y aparentemente separado se muestra al fin Uno, en una suerte de prodigioso mandala alquímico capaz de reunir lo que no se concebía sino opuesto. Quién conoce este hecho lo hace desde la apertura a lo Real, luego no se confunde. Aquel que está despierto a lo Eterno, reconoce y sortea las vejatorias mañas del poder efímero y se somete de motu propio a los vertiginosos vaivenes del Siglo sin ofrecer demasiada resistencia, imperturbable aquel Corazón que reconoce cierta Su guía.

No vemos sino aquello que a cada momento, llevados por su voluntad, imaginamos. Tan arrolladora es la dinámica creadora que, para quién vibra acompasado a su latido y en el más absoluto Silencio, sólo es permanente en ella el cambio incesante que prevalece en el instante a cada instante.

La danza de Kali sigue imparable su curso. Los verdaderos fines que hicieron a Roma adoptar antaño el disfraz de Santa Inquisición y, en la actualidad, el de Autoridades Educativas y Sanitarias laicas, buscaban apartar (ellos dicen liberar) a las mujeres del trono que les había sido impuesto, desplazarlas de manera definitiva de funciones cruciales para la supervivencia, autonomía e inmunidad de los suyos: la alquimia de la gestación, el sacerdocio nutricional y la educación liberadora. Prueba de ello es que nombres como los de Hipatia de Alejandría o Hildegarda von Bingen han sido torticeramente manipulados o, peor áun, relegados al ostracismo más sórdido y al olvido.





Aquellos que siempre han financiado a los oscuros mercenarios a la causa, sabían de sobra que ellas eran la clave de bóveda para poder desmantelar el obstinado vínculo con lo Eterno, el único antídoto con capacidad real para hacer frente a los perversos designios de un feroz Patriarcado, al que -prentendiendo hacerle frente- ahora tan dócilmente reproducen, hacen el juego y sirven.

Sacerdotisas por naturaleza que, con el correr de los siglos y el persuasivo acicate de tormentos y hogueras, han renunciado a estar a cargo del fuego sagrado del hogar -ahora se dice "estar en casa y con la pata quebrada" a cambio de estar a merced -eso sí, ya plenamente liberadas del yugo masculino- de la cosmética inteligente y ageless y/o en las hábiles mános del cirujano estético de turno, con tal de lucir unas curvas envidiables o presumir de sus renovados y adolescentes genitales en sociedad, tratando de burlar el inexorable paso del tiempo a golpe de encima Q10 y botox.

Haciendo un uso magistral de la exitosa táctica mafiosa de crear primero el problema y después cobrar por la solución, la Cruz, verdadero Gran Hermano de nuestros convulsos días -asistido, eso sí, por los Goldstein ad hoc en todas sus fieles, discretas y diversas ramificaciones, incluidas of course las radicales "anti sistema" tan de moda últimamente- ha conseguido garantizar -de una vez por todas- la sumisión y rendición poblacionales a escala católica, esto es, universal o de manera globalizada, como se lleva decir ahora, a fuerza  de sembrar en nuestros genes el silencioso talén de Aquiles de la inmunodeficiencia. La escasez de alimentos y agua, harán todo lo demás. Objetivo cumplido.






Y todo ello sin armar prácticamente ningún alboroto, sin levantar más sospechas que las necesarias, sin hacer casi ruido, según la agenda prevista y dentro de las maquiavélicas macro campañas de desinformación brutal de masas -tanto las borreguiles y abotargadas como las minoritarias, tan indignadas ellas y alternativas- y alimentando la confusión conspiranoica de manera constante. Es un hecho. Crear ruido para llamar la atención y desviarla de allí dónde sería peligroso para sus intereses. Acostumbrar al ser humano a la "necesaria dependencia del progreso" para alejarlo de la tierra y la supervivencia autónoma, marchamo de verdadera Nobleza.

Las últimas carnicerías previamente programadas (a las que habría que sumar un sin fin de conflictos, crisis económicas y financieras, epidemias reales o preventivas, catástrofes "naturales" y "nucleares", la guerra y guerras permanentes y la también permanente indignación popular) y así servidas, están resultando ahora muy especialmente (¿e ntencionadamente?) escandalosas a la par que artificialmente ruidosas: efímeras portadas del día, cabecera fugaz de sumario noticiado, mero tópico de sala de espera o de ascensor. Menos mal que tenemos la suerte de disfrutarlas, con todo lujo de pormenores y detalles (estamos en el siglo de la libertad de desinformación) desde la comodidad del salón de casa. Además, el horror siempre resulta mucho más llevadero, cuando son "otros", extrajeros, a los que ves matar y morir, desde el confortable solaz de tu actual útero-sofá. Somos tan afortunados... ¡Esto es calidad de vida!

Descorramos sin miedo el telón. El mago de Oz ya no siente la necesidad de permanecer oculto por más tiempo. ¿Quién puede sobrellevar tantos milenios de anonimato? ¿De qué te sirve ser el amo del mundo si no se entera nadie? No parece muy extravagante pensar que ese 2% de familias que desde hace más de 6000 años "saben de que va la cosa" y que ocupan por designio sanguíneo la posición predominante que les permite disponer a su antojo (por encima de estados, tratados y leyes) del 98% de la riqueza y los conocimientos realmente interesantes, no van a estar demasiado inclinados a que tanto poder se les vaya de las manos. ¿Por qué resumir una cuestión tan compleja bajo la escueta etiqueta de la avaricia? Se trata de algo más... sutil.






La gente está inquieta. Se nota en el ambiente. De alguna forma no racional, saben que algo malo les espera a la vuelta de la esquina, pero no tienen idea de qué clase de monstruo se les avecina, aunque presientes que no va a tratarse de nada bueno. Aquellos, más avezados, que no se dejan sobrecoger por el miedo, se construyen en los ratos libres y aprovechando la abundancia de albañiles tras el colapso del boom inmobiliario, una especie de "bunker familiar" y se aprovisionan de abundante agua y conservas, por si sirve de algo eso de poner el culo a salvo, cuando pase la cosa. Sabia la maldición china que proclama: "¡Ojalá que vivas tiempos interesantes!".

En el 2012 no va a pasar nada. Será antes, o después, o nunca. Ellos deciden (¡y sólo ellos!) cuando tendrá lugar el cumplimiento de la profecía autocumplidora. Nostradamus ¡estaba a sueldo!, como lo están ahora los extraterrestres ¡y -cómo no- los Mayas! Las 33 familias que controlan los 427 linajes que cortan el bacalao, sonríen divertidos el "juego de abalorios", y sin hacer trampas, la ventaja de participar diseñando las reglas desde el origen de los tiempos y teniéndolo todo (aún hoy) tan bien amañado. Como ellos, el río desciende su curso -a veces lento, a veces rápido- siempre sin lucha. Tan sólo fluye. Fluye. Como ha hecho siempre.

Esclavos felices, corderos amedrentados, dóciles consumidores, que se sierten orgullosos de disponer de mil y una maneras -legales e ilegales- de doparse y poder soportar la verdadera habitación 101 de la que nos habló Orwell, el abismo aterrador e insoportable del alejamiento de Dios: no hay sucedáneos que valgan. Parece que el Sacro Imperio -una vez más- ha triunfado sobre el Orbe... Sus arcas -de nueva alianza- rebosan a salvo, esparcidas en los recónditos paraisos -en este caso- fiscales. Estamos hablando de haber logrado la materialización de la "tierra prometida"... Aunque, por desgracia, nadie quiere soportar el lastre de 6.500 millones de gentiles. Con unos 500, paisano arriba, paisano abajo, ya tenemos bastante.



"Abre tu mente..." (¡déjanos entrar!). Los compases de la negra coreografía sincopada ya están servidos, aderezados a golpe de tiro de farlopa o lo que buenamente se tercie (trafique) que, para el caso, el curioso ajedrezado que componen el mercado negro y la blanca botica y los cuantiosos márgenes generados... dá lo mismo:

"¡Dale a tu cuerpo alegría, Macarena..., que tu cuerpo es pa'darle alegría y cosas buensas..." "Aserejé, ah, dejé..." "Zumba, zumba, zumba... ¡No pares! ¡Sigue! ¡Sigue!"...

Total, son cuadro días. "¿Pa'qué vas a comerte el limón": Mantener una buena dosis de delirio colectivo, alimentar como sea un grado de excitación constante, regulado con ansiolíticos y antidepresivos, fomentar la búsqueda y disfrute de sensaciones y experiencias nuevas, intensificar y saturar -hasta su total extenuación- nuestros cinco sentidos, alimentar el vértigo, la angustia, el pánico, el delirio y la paranoia sin descanso. Y así, un día tras otro. Un día tras otro... Correr hacia ninguna parte: Ser o no ser.

La Atlántida se hunde de nuevo. Mejor dicho, la hunden. Y no nos referimos a ninguna clase de terremotos. La crucial pregunta del príncipe Macbeth, aunque ligera y perversamente tuneada por nuestra parte, aún sigue siendo plenamente vigente: Ser (de los malos) o no-ser. Almas de saldo, ¡esa es ahora la cuestión! Los que queden -y tengan qué comer y beber- escribirán (inventarán) de nuevo la "Historia Universal de la Infamia".


"Bajo las hermosas y extendidas ramas del nogal,
-mi querida Julia-
tú me vendiste
y yo te vendí."

También para nosotros ha de resultar válida aquella máxima de "vigila y persevera". Si los del Santo Monte y sus industrias adláteres, especializadas tanto en arrasar selvas y cultivos con herbicidas o "espuma naranja" como en castrar y patentar semillas que antes eran patrimonio de la humanidad, no lo remedian, -y ¡vive Dios! que están en ello, concentrando árduos esfuerzos y recursos-, aún hay esperanza: los granos y cereales integrales.

Por más que estos perversos magos del lenguaje quieran convencernos de que "transgénico" y "macrobiótico" son términos afines; por más que dañen el prestigio y la credibilidad de los que aún se atreven a reivindicar los pequeños cultivos autóctonos como el único remedio sostenible al hambre (fomentado) en el mundo; por más que la mayor parte de la población civilizada hayamos perdido los conocimientos que mantenían al ser humano ligado a su medio de supervivencia, la tierra, siempre nos quedará la rebeldía de comer sano e incluir cereales, frutas y verduras ecológicas en nuestra dieta. Recuerda apoyar el consumo de estos productos y comerlos siempre que puedas: en la memoria de la semilla está el árbol (y el bosque, y todos sus ecosistemas reunidos, y la vibración cósmica del Universo entero, si me apuras). Come sano y medita (esto es, recuerda por fuera y por dentro). Todo lo demás (el Reino, la tierra de los Bienaventurados, el verdadero regreso a Casa... y Su Justicia) te será dado por añadidura...

Date prisa y ¡detente!

Mi querido Winston, ¿Qué mas te puedo decir? Creo que ya he hablado -hace tiempo que vengo haciéndolo- demasiado. Anímate. La guerra -inevitable- no está del todo perdida. A Dios gracias, los diferentes niveles de la Creación se yuxtaponen en la mirada, no permitiendo nunca ver a Aquel que permanece en el Secreto, fuente misteriosa e incognoscible. A cada instante, la inagotable dinámica del Universo nos revela mundos y planos que parece que pugnan aún por ser descubiertos, joyas cuyo destello sólo la mirada de un corazón atento valora. Nuestro sueño es el sueño de lo Real, pero ¿dónde acaban los sueños? y ¿dónde comienza nuestro despertar?




Quizá, en el fondo seamos como aquel criminal arrepentido que, al final de los días y preocuado por su destino póstumo, inquirió a un pseudo-sabio sobre lo que debía hacer para obtener el perdón divino, y le cortó en seco la cabeza cuando aquel le respondió que para un ser de tal bajeza no había posible esperanza. La respuesta le habría de llegar, algunos días más tarde, esta vez del relato onírico de un verdadero sabio. Dicho sabio le contó que, meditando sobre la pregunta que no dejaba dormir a aquel criminal, él había tenido un sueño en el que Dios le transmitía el siguiente mensaje: "Dile a mi siervo..."

Ya no hizo falta proseguir. Fue al oír estas cuatro palabras cuando aquel hombre arrepentido exclamó: ¡Deténgase, por favor, no diga ni una palabra más!". "Pero ¿no quieres conocer hasta el final el resto de mi sueño?" -preguntó curioso aquel sabio y nocturno navegante. "No, no. No es necesario. Con lo que he escuchado ya es más que suficiente. Me basta con saberme Su siervo..."




Aquel óvulo fertilizado, arcilla viva que -dócil- un buen día fue tomando forma humana en el crisol alquímico del útero materno, sin más alimento que su sangre ni más alfarero que el DNA, hoy se sabe y reconoce proyecto de ser humano y -ya que no está de su mano ni puede evitarlo- ama. El Anhelo sólo es real cuando nace -o brota- de un corazón enamorado. El amor del que hablamos, no crece y prospera sino en la Tierra de la Sinceridad. Allí donde sólo tienen rectos pensamientos, rectas palabras y -lo más importante de todo- rectos actos.

Ignorad las ofensas, como fingen hacer ellos. Obrar sin esperar por ello recompensa alguna, como simulan hacer ellos. Demostrad toda la suavidad y paciencia del mundo en vuestros modos y maneras, tal y como ellos aparentan hacerlo. Y, al no reconoceros, os mirarán perplejos y desconcertados, eso sí, siempre discretos, correctos, amables, silenciosos... los del Grado 33.

Allí donde ser es parecer, ¡mejor no-ser! Andada de buey, pisada de lobo y ¡no te indignes! -no harás más que servirles en bandeja el juego-, mejor hazte el bobo. Que Dios nos coja confesados, que vamos a tener bién claro qué quería decir aquella expresión de "tener hambre y sed de justicia". No hay mejor exégesis que la del propio cuerpo. Aprovecha, ahora que aún está a tu alcance (no va a haber ni siempre ni para todos) poder consumir y disfrutar los ricos y variados cereales de la ya casi agónica agricultura ecológica (¿qué demonio querrá decir esa expresión?): Shibbolet, shibolet...




Distraigamos ahora a los que se creen muy listos -como solemos hacerlo habitualmente en este blog, aburriéndoles a la manera poética, para que, llevados por el imaginario egregor de los tiempos, regresen de nuevo al mal, que mola mucho más y -lo mejor de todo- ya lo llevamos todos bien, pero que bien dentro.

Poseídos también por esa suerte de fábula intemporal que arrastra a cuantos padecen el deseo de lo Eterno, quizá también los iniciados nos obcecamos en tratar de apresar entre los dedos un evanescente rayo de sol o malgastamos toda nuestra vida en pos de esa irisada mariposa de vuelo desigual y deslumbrante que nos fue obsequiada por el buen don Alejandro.




Primero iniciamos nuestra búsqueda casi sin pretenderlo en  el fresco y florido valle de la infancia, fascinados por los  alegre aleteo de esa escurrridiza y juguetona voladora incansable que nos desafía a capturarla. Luego, retados por su brillo iridescente y llevados por el ardor del espejismo juvenil, proseguimos la imposible caza y, sin temor ni ceder al desánimo, atravesamos cualquier árida llanura que nos salga al paso, sin preocuparnos por ortigas y zarzas. Más tarde, ya como adultos, entregamos el alma y voluptuosos la rendimos  a su amorosa seducción, toda vez que somos capaces de asumir la creciente pendiente y encaramos la cima de la montaña de nuestra existencia, contemplando como la brisa nos arrebata la presa una vez más, siempre huidiza y ligera como un perfume.

En constante persecución y guiados por su incesante revoloterar será como al final de nuestros cansados días y ya del otro lado llegaremos a descubrir con renovado asombro y la curiosa incredulidad del geógrafo que arriba tierras ignotas, aquel mágico recinto blanco amurallado con encantadores parterres cuajados de enbriagadoras flores perfumadas, un sin fin de plantas exóticas, un buen número de árboles variados atiborrados con las más jugosas y exquisitas frutas, y disfrutar como niños nuestro hallazgo, niños -eso sí- con las sienes despobladas y encanecidas.

Para luego y con exiguas fuerzas no hacer otra cosa más que tropezar, tropezar y volver a tropezar, los ojos casi enceguecidos, sin poder siquiera levantarnos del suelo, entregando nuestro último esfuerzo a tender nuestros debilitados brazos hacia la escurridiza y amada quimera voladora que ha guiado todos nuestros pasos, para apenas llegar a rozar levemente sus preciosas alas...



Únicamente tres amigos serán los que vendrán con nosotros en el postrer viaje: el primero queda en tierra (las frágiles huellas de nuestro legado espiritual) para dar el relevo, el segundo habrá de acompañarnos durante el póstumo tránsito (el anhero de ser o no-ser, según lo hayamos decidido en vida) y el tercero habrá de precedernos en el camino de regreso, testimoniando ante el tribunal que aguarda nuestra llegada (la verdad de nuestras obras).
 
Quiera Dios juzgarnos con misericordia y reconocernos suyos, para que podamos, Maat mediante, disolvernos al fin en Su eterno latido.
 
Quizá nuestro último suspiro también tenga la virtud de estremecer la densa atmósfera del camposanto que tenga a bien acoger nuestros maltrechos huesos, como premio de consolación a nuestra locura desmedida, como triste recompesa al desenfrenado anhelo de tratar de alcanzar un imposible ideal. Los infinitos dolores que creímos atravesar en el evanescente hechizo de nuestra existencia, en pos de ese sueño tan real como escurridizo, quizá no resulten del todo vanos, sobre todo en la medida en que seamos capaces de sentir en la yema de nuestros dedos aquel sutil e indescifrable roce.
 
 
 
 

sábado, 20 de agosto de 2011

La coartada de Salomón

"Aquel que os creó y os hizo aparecer, en su momento os hará morir;
muchos quedareis reducidos en vuestra vejez al estado más abyecto,
perdiendo toda noción de lo que en su día presumisteis.
En verdad, omnisciente es el Eterno, infinito es Su poder."
(Qurân 16, 70. La abeja)


"Desde que fueron traídas desde la nada por Dios,
las almas de los hombres no dejan de ser como viajeros y
no abandonan sus monturas sino en el Jardín o en el Fuego ."
(Ibn Arabí, Libro del Viaje Nocturno)

"Al día siguiente,
cuando Moisés fue a la Carpa del Testimonio,
la vara de Aarón estaba florecida:
había dado brotes, flores y almendros."
(Números 17, 23)



Es a través del susurro malintencionado y la tirana seducción de aquellos deseos que hacemos nuestros, como el ego se adentra en el pecho y toma asiento en nosotros, originando cada nuevo extravío en el olvido de Dios. En la actualidad, una gran parte del género humano gustamos de abandonarnos al impulso de saborear el mal en sus más variadas formas, bien sea desde el morboso prurito del principiante o enmascarados en la asepsia forense y sangre frían que caracterizan a los ya iniciados.

Como si se tratara -sin más- de una simple ensoñación o de mero artificio literario, escribimos la novela negra de nuestras vidas a fuerza de acumular pequeños crímenes cotidianos. Movidos como estamos por la tiranía acción de la pulsión sexual y la insaciable codicia, no siemre repartidas a partes iguales, es del domínio público que, en nuestros convulsos y agitados días, para descubrir al culpable sólo es necesario tomarse la molestia de seguir la pista que dejan los aromáticos rastros de semen o de dinero.

Todos reconocemos un cierto infantilismo, difícil de redimir, en esa predilección por las figuras malignas, en esa secreta veneración por el villano de turno que todos sentimos y no confesamos: quién esté libre de pecado...

La mera contemplación del mal en "los otros", por obra y gracia de las "neuronas especulares", también remueve en nosotros delicadas notas sutiles, haciéndo vibrar armónicamente resortes escondidos en las profundidades de lo más íntimo, despertando fibras que, por reprimidas, creíamos perdidas u olvidadas. Tal es el poder del mal.

Quizá se produzca una cierta identificación prohibida, al menos en lo que se refiere a esa fascinación que origina en nosotros la impunidad que presumimos y envidiamos en el malvado. Como ese fogoso in crescendo que despierta a los volcanes dormidos y los lleva a eyacular la ardiente lava, nuestra no admitida admiración por ellos también se expande y aumenta, hasta llevarnos a cuotas de ebriedad desconocidas, toda vez que sucumbimos al dulce veneno de descubrir en cualquiera de las múltiples modalidades del descarriamiento que nos ofrece el malvado, nuestro más fiel reflejo.

Por suerte, al igual que ya hiciera en su día el Sabio Salomón, y siendo personas normales como somos, siempre tendremos a nuestro alcance la providencial posibilidad de recurrir a la mejor de las cuartadas, la excusa circunstancial, echando todas nuestras culpas al mejor de los chivos expiatorios, la "situación": ¿qué hubieras hecho tú en mi lugar?...



En 1925 Guenon nos puso en guardia del vedantino devenir de nuestra degenerada especie y así mismo a salvo en el Cairo. Ese mismo año Arthur Schmitzlet nos contaba las desventuras de Fridolin en su "Relato soñado" al que Kubrick puso imágenes en 1999 en su obra póstuma, dedicada a cuantos mantienen los "ojos bien cerrados": "Una noche no es toda la vida"... "Ningún sueño es sólo un sueño". Parafraseando al "Nosotros" (1925) de Yevgeni Zamiatin, en 1947 George Orwell se atrevió a dejar un nuevo rastro literario sobre esos invencibles molinos de viento. La primera mitad del siglo XX parece plagada de avisos para navegantes.

Están entre nosotros. Los verdaderos psicópatas, esos que se las apañan como nadie para sostener el Estado de Derecho desde la privilegiada posición de jueces y diagnosticadores, antes de caer en la ordalía de ser juzgados y diagnosticados por terceros que no les sean favorables, campan -sutiles, discretos e imunes- por sus fueros. No salen en las noticias ni aparece su nombre -aunque sí las consecuencias de sus decisiones y actos- en los grandes titulares de los periódicos. Hábiles instrumentadores de la fama ajena, desdeñan esa notoriedad que tanto se anhela entre los vulgares.

Expertos en la creación de falsos recuerdos, escenas completas que -de un modo aterrador- habrán de jurar ciertas los convenientes testigos de cargo, saben también, por otro lado, alimentar las flaquezas psíquicas de aquellos débiles mentales que luego son presentados oportunamente como asesinos en serie. Haciéndose pasar por seres humanos, encuentran en el Kali-yuga actual su tan ansiado y esperado momento.

Ellos no necesitan anestesiarse con alcohol para hacer más llevadero el horror cotidiano que estratégicamente propician, dosifican y difunden. Tampoco se toman la molestia de ocultarnos un alma de la que por completo carecen. Actúan desde la simplicidad de unos fines previamente programados que ellos orquestan, disfrazados de "buena gente", satisfechos -dentro de sus restringidas posibilidades emocionales- de hacer bien su trabajo y actuar bajo el eficaz paraguas de la respetabilidad y el esforzado quehacer responsable, confundidos entre la gente, como uno cualquiera de nosotros.


Ante nuestra cotidiana, honrosa, variopinta y pragmática total falta de escrúpulos, ya ni siquiera ha de ser requisito indispensable la pertenencia activa en cualquiera de las numerosas negras fraternidades que pululan laboriosas en nuestros días. Nos bastamos nosotros solitos ufanados en desear el malogramiento de nuestro prójimo, en deleitarnos en los recovecos de su irredenta y vulgar mezquindad, regodeándonos en las surtidas bajezas que ofrece su deteriorada condición, saboreando cada uno de los hediondos y repulsivos intersticios de la humana vileza, disfrutando a rabiar ante la desgracia ajena y el mal que socaba la existencia del otro, tan alejados como estamos de toda bondad verdadera.

Nadie dijo que esto de transitar por los mundos intermedios fuera tarea fácil. Todos sabemos, por propia experiencia, que el viaje está colmado de penalidades, un sin fin de privaciones, pruebas, dolores y desgracias, que es un continuo superar peligros y temores inmensos que nos acechan y acucian a la vuelta de la esquina de cada etapa vital a la que atemorizados nos enfrenamos. Resulta de todo punto impensable encontrar durante nuestro peregrinar algún tipo de pausa, seguridad o bienestar: las aguas que nos rodean poseen un sabor alterable y los vientos que impulsan nuestra frágil nave en más de una ocasión tomas direcciones opuestas.

Nuestro compañeros de viaje son así mismo impredecibles. Las gentes de cada hornada divergen de la anterior. Toda vez que el viajero ha alcanzado la madurez de la corrección y es capaz de reconocer a su paso las distintas muestras de cortesía, necesitará coincidir y encontrarse con los sabios desperdigados que pueblen el basto universo su generación, y permanecer con ellos quizá toda una noche, tal vez una hora escasa, en ocasiones bastará una mirada... para despues continuar y proseguir su incierto camino. ¿Cómo puede concebirse algún descanso para quién está predeterminado a tal destino?



Mucho más sencilla la vida del ser humano ordinario, aunque sus prosaicos fines aún requieran el concurso explícito de las ajenas debilidades, de nuestra capacidad para despertar en nuestro prójimo la vanidad, la soberbia y el sutil amor propio, toda vez que previamente hayamos anestesiado en ellos toda capacidad para obrar en pos de la causa del bien. Hemos de aceptarlo, así están las cosas. Si no, ¡qué sería de nosotros! Si el mundo fuera ideal... ¡cuántos quedaríamos irremisiblemente sin trabajo, pasando a engrosar la fila de interminables parados! Menos mal que están muy lejos de ser así las cosas. No nos duelen prendas al reconocerlo: para conseguir lograr nuestro propio bien particular y lograr materializar con éxito nuestros individuales intereses, qué duda cabe, necesitamos ¡y tanto! servirnos del Mal.


Afortunadamente, el contexto actual lucha en nuestro favor, a la hora de fomentar la fiebre de la indignación en los desheredados del sistema, sirviéndose de una docilidad e ignorancia alimentadas desde hace varios siglos, para que ahora sirva a la conveniente causa de alimentar paulatinos desórdenes, periódicos disturbios, que alimenten la llama del odio y la intolerancia.


La partitura que sigue la falsamente plural oferta mediática que por doquier pretende asediar nuestras maltrechas conciencias, obedece al dedillo los designios e intereses del oscuro capital que mueve la batuta tras el escenario, esforzándose con denuedo por ordeñar en los fecundos guionistas mil y una maneras de rebajar cuanto sea posible las costumbres y gustos de la población abducida, alimentando las ya de or sí agitadas mentes con mayores dosis de conscupiscencia, violencia, miedo y crueldad, en aras de una mal entendida y sacrosanta libertad individual materializada en el cetro del ratón o cualquiera de los mandos a distancia que proliferan en nuestros hogares. No se descuida nada, ni el más ínfimo detalle, en la medida en cque pueda contribuir directa o indirectamente a degradar y corromper lo poco que aún nos queda de "humanidad", especialmente inoculando el carcinoma de la modernidad y propiciando su metástasis en el fértil ámbito de las  ya casi irrecuperables generaciones venideras.

No contento con cercenar el vínculo con lo espiritual, envenenando el conjunto de las Bellas Artes, alimento por excelencia cuando se trata de conseguir elevar y liberar de su prisión al alma, emboscado bajo la máscara del pseudo progreso científico y espoleando de forma permanente el acicate de lo novedoso, el Signo de los Tiempos, poderoso egregor imaginario del mundo actual, fomenta con avidez en todos nosotros la pandemia de la intranquilidad tratando de institucionalizarla como estado "normal" y habitual, alimentando las más variadas y perversas formas de impaciencia y desdén por todo lo antiguo, por bello y útil que fuese. El espejismo seductor de "lo tecnológico" de un modo sutilmente paradógico ha fijado en nosotros un permanente ansia de renovación, el loco deseo de cambiarlo todo y atoda costa, sobre todo en la medida que ese cambio nos permita estar "a la moda", esto es, asetear nuestra maltrecha condición humana y empeorar hasta su total degradación nuestra calidad de vida. Curiosa estrategia la que nos lleva a desoir la máxima heraclitiana e insiste en cambiarlo todo para que (se mantenga y perpetúe el desastre y) nada cambie.




Como ya aventuró Monsieur Guenon -y quizá debido a la creciente contaminación lumínica que asola nuestra ciudades- cada vez son menos los que, atentos al lobo, pueden ver y reconocer claramente las señales de un magistral complot, cuidadosamente urdido, diseñado y organizado, tanto más peligroso cuanto mejor disimula su depravación tras la cortina de la enésima tendencia de moda, el enésimo cacharro tecnológico ultra plano high-design o cualquiera de las múltiples iniciativas que pretenden identificar placer con modernidad, la compulsión de estar la onda.


Ahora que estamos rematando el periodo estival, quizá sea más necesario que nunca, dejarse guiar por el sabio consejo de aquellos astrónomos expertos que nos invitan a buscar y descubrir un lugar privilegiado desde el que realizar nuestra particular observación de los eventos cosmológicos. Ellos sugieren que sea cuanto más oscuro mejor. Aunque quizá esta recomendación nos obligue a escapar por un momento del agotador bullicio de nuestras civilizadas urbes y tener el valor de regresar a lo orgánico.


Quién sea capaz de armarse de valor y y tome la aparentemente ridícula decisión de velar en la noche y mantenerse despierto en el descampado hasta las cinco de la mañana, podrá deleitarse con el fugaz fulgor de las perseidas mucho mejor que desde el edulcorado confort que anega nuestras ciudades. Ese es el momento en el que la luna llena se sumerge en el oscuro horizonte, permitiendonos ver mejor, gracias a la intensa negrura que precede al amanecer, el intenso resplandor de las azarosas "estrellas caídas".


Prodigioso poder el que esconden estas fugaces luciérnagas del firmamento tardoveraniego. De un modo casi mágico y misterioso, los microfragmentos que se desprenden del cometa Swift-Tuttle al evaporarse en su aproximación al sol, al entrar en contacto con la atmósfera terrestre se destruyen y combustionan, creando esas falsas "estrellas fugaces" que, pese a su descarada inautenticidad, aún siguen faciendo posibles alguno de nuestros más recónditos deseos y desfaciendo algún que otro entuerto, por aquestos nuestros convulsos y agitados lares. Misterios de la cosmología aplicada.