jueves, 12 de enero de 2012

Los celos de Clitia

"Suba mi oración delante de ti
como incienso"
(Salmos 141, 2)


"Y la nube tras el velo cubrirá el propiciatorio
para que la promesa no muera"
(Levítico 16, 13)





Cuando Clitia contó a su padre como Apolo bebía de los pechos de su hermana Leucótoe mientras yacía en secreto con ella, éste, poseido por la ira, la hizo quemar viva. Apolo llegó tarde y no pudo resucitarla, por lo que la transformó en árbol.

La sangre de este árbol, debidamente transformada, aún mantiene operativo el sabor de aquella sagrada leche que enamoró al dios y devolvió la cordura a San Bernardo.

Los antiguos egipcios viajaban hasta llegar a To-Nuter en busca de esta prodigiosa leche y su sutil aroma, que los hebreos llamaron lebonah, los griegos líbanos, los romanos olíbanum y los árabes hoy luban.

Pronto dejaremos de poder apreciar sus pequeñas flores blanco-amarillentas y el suave plumón de su hojitas más tiernas. Habrá que contentarse con algún sucedáneo, incapaz de abrir el séptimo sello, pero dando el pego aromatizado. El último Boswellia, habrá de volver a reunirse de nuevo con su amado. Al girasol le tocará sufrir su dicha desde abajo, dando vueltas y vueltas: le está bien empleado...